Hace un tiempo que viene resonando con fuerza y no lo vamos a descubrir ahora. Se suele hablar de la importancia del storytelling como herramienta de comunicación generadora de empatía, un recurso importante para lograr interés. Ante la simplificación de acceder a información, conocimiento y datos, se vuelve cada vez más importante contar con estrategias de atracción. Como paradoja de época, en la era del Big Data, los números duros no alcanzan para convencer. La internet 2.0 o web social agrava aún más el problema de la Economía de la Atención, de saturación de mensajes, presentando a la escucha como problema: más personas que nunca pudiendo comunicarse y menos personas dispuestas a escuchar. Al bajar los costos de producción de contenidos, ya no hay receptores pasivos, como hemos conversado en otras oportunidades. La idea de audiencias cautivas ya está al borde de la extinción. El público se encuentra saturado y escéptico. La necesidad de establecer lazos con las audiencias plantea al storytelling como una estrategia muy poderosa en la batalla por conseguir que nos elijan. Raúl Alfonsín lo tuvo más fácil que Elisa Carrió y los maestros de antes lo tuvieron más fácil que los de ahora en el momento de hacer llegar su mensaje. Hoy existen más barreras de accesibilidad y seducción para lograr conectar. De todas maneras, nosotros por lo general seguimos escribiendo presentaciones saturadas de números y datos, manteniendo intacta no sólo la forma sino también el fondo de nuestros mensajes.
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