El capital de riesgo es un instrumento para financiar empresas que están naciendo, con elevado potencial e incertidumbre. Al crecer en forma abrupta, con gran rapidez necesitan cada vez más inversiones. La idea de venture capital en inglés tiene que ver con el riesgo pero sobre todo con la aventura, una noción positiva de lo que implica atreverse. La traducción al español lo transforma automáticamente como «riesgo» a secas, con todo lo dramático que esa palabra conlleva. Por eso es mejor hablar de capital emprendedor.
Mariana Mazzucato explica en su último libro «El Estado Emprendedor» que sin un papel clave del sector público no se puede garantizar un crecimiento basado en la innovación. La autora dice que existen mitos puramente ideológicos sobre el papel que jugaron en la historia los inversores privados en la innovación, pero, según ella, siempre estuvo presente la inversión pública, desde la creación del Iphone hasta el GPS. «El riesgo se mueve cada vez más hacia el sector público y el sector privado recibe los beneficios”, sostiene la economista. El capital emprendedor emergió veinte años después que los laboratorios públicos norteamericanos financiaran tres cuartas partes de los fármacos de alto impacto. Hoy la inversión pública directa en innovación tiene que ser un camino, hay que explorar de manera inteligente las alternativas para su mayor optimización .
La semana pasada asistí al Venture Capital Forum organizado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, un interesante punto de encuentro internacional referido a la figurita difícil del ecosistema emprendedor. Pudimos escuchar a ponentes de renombre, actores principales de la innovación internacional.
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